Per la seconda volta il re spagnolo Felipe VI è intervenuto, il 20 ottobre 2017 nella città di Oviedo, a proposito della crisi istituzionale innescata dal tentativo di secessione aperto dalla Catalogna. In quanto garante supremo della Costituzione nazionale, Felipe VI anche in questo caso ha usato parole dure. Dopo aver parlato del Premio Principe di Asturias, e lodato i vincitori di quest’anno, nella parte finale del suo intervento il re ha ricordato che il tentativo di secessione costituisce un attentato contro lo Stato democratico.
Val la pena ricordare che sino al precedente discorso, che pronunciò il 3 ottobre 2017, due giorni dopo lo pseudoreferendum indipendentista patrocinato dalle autorità catalane, nessuno aveva preso le difese della porzione delle popolazione catalana che non desidera la secessione e che probabilmente costituisce la maggioranza in Catalogna: non solo, nessuno nel mondo politico aveva con forza sufficiente e con chiarezza denunciato il tentativo di secessione quale minaccia di colpo di stato.
Riferiamo qui sotto parti del discorso di Felipe VI dato in Oviedo. Aggiungiamo anche un link a un articolo pubblicato il 21 ottobre 2017 dal giornale El Pais, che sistematicamente denuncia il castello di falsità sulle quali si è appoggiato il verbo indipendentista catalano: a dimostrazione di come il tentativo di secessione sia stato anzitutto una grande opera di propaganda ideologica, condotta verticisticamente a beneficio della platea interna e internazionale, secondo il principio della self fulfilling prophecy. Che fortunatamente nello svelarsi quale menzogna fondata sull’illegalità antidemocratica tenderà a sgonfiarsi.
El Pais sulla catena di falsità propalate dagli indipendentisti: https://politica.elpais.com/politica/2017/10/19/sepa_usted/1508413171_613137.html
E, di seguito, quanto ha detto Felipe VI il 20 ottobre in Oviedo:
España tiene que hacer frente a un inaceptable intento de secesión en una parte de su territorio nacional, y lo resolverá por medio de sus legítimas instituciones democráticas, dentro del respeto a nuestra Constitución y ateniéndose a los valores y principios de la democracia parlamentaria en la que vivimos desde hace ya 39 años.
Durante las últimas décadas, los españoles hemos continuado nuestra historia, haciendo honor a nuestra decisión soberana de convivir juntos en democracia. Hemos vivido y compartido éxitos y fracasos, triunfos y sacrificios, que nos han unido en alegrías y sufrimientos. No lo podemos olvidar. Como no queremos ni podemos renunciar a lo que juntos hemos construido, sumando las aportaciones de todos, que constituye un valiosísimo legado que a todos y cada uno nos pertenece por igual.
Y ello ha sido posible gracias a una España cimentada en el deseo sincero de convivencia y de entendimiento; en el respeto de las normas y de las reglas de la democracia; en reconocer con grandeza y generosidad los errores del pasado para no caer de nuevo en ellos; una España en la que todos sus ciudadanos —cualesquiera que fuesen sus ideas, dondequiera que nacieran o vivieran— tuviesen la oportunidad de encontrar su lugar en paz y libertad, sin temores ni miedos a la imposición ni a la arbitrariedad, alejados del rencor y las fracturas.
Y a una España, también, abierta y solidaria en la que pudieran reconocerse todos y cada uno de los españoles, y en la que los pueblos que la integran viesen protegidas, reconocidas y respetadas sus lenguas, sus culturas, sus tradiciones y sus instituciones, como un verdadero patrimonio común que sin duda nos enriquece y nos identifica.
Unos ideales estos que, como los que estuvieron en la razón de ser de la UE, debemos tener siempre presentes. Porque ningún proyecto de futuro se puede construir basándose en romper la convivencia democrática; ningún proyecto de progreso y libertad se sustenta en la desafección, ni en la división —siempre dolorosa y desgarradora— de la sociedad, de las familias y de los amigos; y ningún proyecto puede conducir al aislamiento o al empobrecimiento de un pueblo.
La España del siglo XXI, de la que Cataluña es y será una parte esencial, debe basarse en una suma leal y solidaria de esfuerzos, de sentimientos, de afectos y de proyectos. Una suma que siga alimentando nuestra vocación universal, nuestro legítimo orgullo de pertenecer a la gran realidad democrática que es Europa.
Por eso, Europa, la Unión Europea, forma parte del ser de esa España; una Unión que trasciende a los Estados con respeto a todas nuestras identidades y sensibilidades; una Union que dé respuesta a la modernidad, que indudablemente avanza hacia una mayor integración y convergencia. Ese es el signo de nuestros tiempos, del mundo en el que vivimos.
Señores Presidentes: los españoles no olvidan ni olvidarán que la Unión ha sido siempre un referente para España en el origen y en la consolidación de nuestra democracia; y que ha impulsado decisivamente nuestra prosperidad y bienestar. Pueden estar seguros de que la Unión encontrará en nuestro país un pilar esencial de apoyo y lealtad ante los nuevos desafíos que juntos debemos afrontar. Un camino que debemos recorrer acompañados de la razón, la palabra y el respeto a las reglas de convivencia, inspirándonos en tres principios europeos que también son indisociables: la democracia, los derechos fundamentales y el Estado de Derecho.
Señoras y Señores,
La entrega de nuestros premios en Oviedo ha sido siempre un acto de reconocimiento de valores cívicos y de principios morales. Y esta tarde hemos continuado esa tradición una vez más, como lo venimos haciendo desde hace ya 36 años.
Y en estos tiempos duros y difíciles que vivimos, es necesario más que nunca reivindicar los principios democráticos en los que creemos y en los que se sustenta nuestra vida en común. Son tiempos para la responsabilidad. Nuestros ciudadanos lo merecen, necesitan y exigen. Unos ciudadanos que desean convivir y progresar en paz y que diariamente ofrecen un ejemplo de sacrificio, entrega y compromiso con su país.
Y me siento muy orgulloso de afirmarlo aquí en Asturias, en esta tierra leal, tan querida y siempre admirable.
Muchas gracias.
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