Autor: Albert Cortina
El ser humano confinado
El ser humano autodeterminado, egocéntrico y todopoderoso aparece estos días en su cruda realidad. Aquí está, desnudo. Su fragilidad, debilidad y vulnerabilidad son patentes ante un coronavirus muy agresivo que le llena de incertidumbre, miedo y ansiedad.
El hecho de estar confinados en casa como medida extraordinaria adoptada por la declaración de pandemia mundial, nos da una oportunidad excepcional para volver de nuevo a lo esencial, redescubrir la importancia de nuestra relación con la Creación y con el Creador, desarrollar nuestra dimensión espiritual, aumentar nuestro nivel de conciencia, y conectarnos con las realidades sobrenaturales que van más allá de las propiamente naturales.
Con el confinamiento – ese retiro interior no buscado- hemos ido encontrando los espacios adecuados para redescubrir la centralidad de la oración verbal, de la meditación y de la oración contemplativa en nuestra vida cotidiana.
Ahora más que nunca somos contemplativos en medio del mundo. En estos tiempos la sacralidad se ha visto recluida a nuestros hogares a modo de monasterios urbanos, iglesias domesticas para los creyentes cristianos y espacios de interioridad para las otras cosmovisiones espirituales.
Mediante ese camino y proceso de interiorización, siendo plenamente conscientes de nuestra fragilidad y vulnerabilidad humana, tenemos la oportunidad de volver libremente a confiar en un Dios que en su misericordia y justicia, encarna de forma genuina el Amor gratuito e incondicional tal y como nos enseña el cristianismo. En esa confianza y esperanza en la fuerza universal del Amor podemos unirnos todas las tradiciones espirituales que buscan la Verdad, el Bien y la Belleza en el ser humano, en la Creación y en su Creador.
Los espacios para la espiritualidad en tiempos de confinamiento
La mayoría de las formas de espiritualidad centradas en esa fuerza universal del Amor necesitan materializarse en un espacio y encarnarse en una comunidad. También suelen expresarse a través del culto y de unos rituales. En el caso del cristianismo, el culto se centra en la Santa Misa, en los Sacramentos y en la Adoración Eucarística. Como hemos podido comprobar, todo ello ha quedado trastocado estas últimas semanas por el confinamiento.
1. Los espacios religiosos de culto público clausurados
El confinamiento ha cerrado la Basílica de San Pedro en el Vaticano y los templos católicos en todo el mundo. Lo nunca visto en la historia de la Iglesia Universal. Lo mismo ha sucedido en La Meca y en las mezquitas destinadas al culto colectivo en el Islam.
El cierre de centros de culto en estos días de pandemia no solo afecta al cristianismo y al islam, También se ha extendido a todas las demás religiones del mundo.
Tal vez los católicos lo han vivido con gran perplejidad pero finalmente lo han aceptado con mayor obediencia, probablemente por las directrices del Papa, de las Conferencias Episcopales y de los Obispos en cada diócesis, algo que ha resultado más difícil en otros grupos cristianos sin una jerarquía eclesiástica tan clara.
No obstante, cabe recordar que para los católicos la celebración de la Santa Misa en comunidad, de forma pública y presencial es el eje central de su fe y que a través de la Sagrada Eucaristía recibimos al mismo Cristo Vivo que es salud para el alma y fuente de salvación. En estos momentos, muchos creyentes se interrogan sobre las decisiones eclesiales adoptadas durante el confinamiento, sobre la clausura del culto público y sobre las restricciones impuestas que han impedido acceder a los templos para rezar. En efecto, muchos colectivos de laicos exigen a sus pastores, ante la perspectiva de un desconfinamiento gradual, su derecho a participar en la celebración de la Santa Misa y a recibir la Eucaristía y los demás Sacramentos.
En las demás religiones del mundo, mayoritarias en número de creyentes, las indicaciones de los custodios de los santos lugares o de sus líderes religiosos para que no se congregasen los fieles han sido también efectivas en grados diversos.
No obstante estas circunstancias realmente extraordinarias, las nuevas tecnologías están ayudando a unir a los líderes religiosos con sus fieles durante el confinamiento, manteniendo los lazos comunitarios virtualmente, retransmitiendo las celebraciones litúrgicas desde los centros de culto cerrados o con una actividad bajo mínimos.
2. Los espacios para actividades de crecimiento personal y espiritual cerrados
En relación a los espacios destinados a sesiones de meditación, yoga, terapias diversas y actividades de crecimiento personal y acompañamiento espiritual – tan extendidas en los países occidentales – también constatamos que se encuentran cerrados.
Los seguidores y practicantes de dichos rituales y sesiones de psicoterapia, salud y bienestar… explican cómo encuentran a faltar, en términos vibracionales, el contacto físico y la práctica en comunidad de dichas actividades que persiguen la salud física, mental, emocional y espiritual de sus seguidores.
Aislados en sus casas, y únicamente conectados a través de sistemas virtuales, las personas no creyentes en las religiones tradicionales pero con ansias de trascendencia, siguen buscando esperanza y confianza en algo más allá, a través de las nuevas formas de espiritualidad.
3. Los espacios sanitarios y asistenciales desolados
Llenos de dolor, amargura y tristeza la mayor parte de los enfermos ingresados en los hospitales y espacios sanitarios habilitados durante la pandemia, así como las personas mayores en las residencias, no han podido tener la debida asistencia espiritual.
En los momentos cruciales en que las personas enfermas o agonizantes sienten con mayor fuerza la necesidad de una oración, y en el caso de los creyentes católicos, la necesidad de recibir los sacramentos y especialmente la Comunión y la Unción de los enfermos, ha resultado muy difícil su administración. Esas almas no han podido recibir, en esa situación tan crítica en el final de su vida, la medicina adecuada para su salud espiritual, su serenidad y paz interior, así como su salvación desde la cosmovisión cristiana.
No se habla mucho en los medios de comunicación de cómo los creyentes de las diferentes tradiciones religiosas han tenido que realizar el traspaso hacia la vida eterna, el paraíso, un “nivel superior de conciencia” o un nuevo ciclo en su reencarnación.
Los equipamientos sanitarios y asistenciales, desbordados, no han podido facilitar espacios de espiritualidad en sus centros e instalaciones improvisadas. Se trataba de mejorar la salud del cuerpo pero no les estaba encomendado preocuparse por la salud y la salvación del alma de sus pacientes. No obstante, algunos médicos y personal sanitario y asistencial han ejercido de psicólogos humanitarios y de acompañantes espirituales rezando junto a algún enfermo o moribundo.
Los familiares lo han agradecido infinitamente si eran creyentes cristianos. Igualmente, el resto de pacientes con otras creencias religiosas o convicciones espirituales han sufrido en soledad su enfermedad o su traspaso.
4. El espacio público secularizado
La gestión de la diversidad religiosa en las ciudades occidentales ha comportado durante las últimas décadas que el espacio público se haya secularizado. En estos tiempos de confinamiento, las calles y plazas han permanecido en silencio. También desde el punto de vista de la presencia pública de las diversas expresiones religiosa o espirituales.
Como consecuencia del confinamiento se han suspendido las procesiones y los oficios religiosos de la Semana Santa católica, pero también las actividades de Yoga, Tai Chi o Chí Kung en parques y jardines públicos, plazas o playas.
Si bien es cierto que el tañido de las campanas de las iglesias han llenado el silencio de los paisajes urbanos y rurales a las doce del mediodía anunciando el rezo del Ángelus, así como en otros momentos del día, especialmente en las festividades señaladas en el calendario cristiano. También desde algunos campanarios, sacerdotes católicos han bendecido con el Santísimo Sacramento, custodia en mano, a todos sus feligreses, a su ciudad y al mundo entero.
Ese denso silencio en el espacio público urbano también se ha interrumpido en forma de aplausos de los ciudadanos. En efecto, cada día a las ocho de la tarde se han podido escuchar los aplausos de solidaridad dedicados al personal sanitario y de ánimos a los enfermos y a sus familias, desde las terrazas y los balcones que dan al espacio público de nuestras ciudades y pueblos, a modo de ritual secular.
5. El ciberespacio como no-lugar para la espiritualidad virtual
El 17 de abril, en la homilía de la Misa en Santa Marta, el Papa Francisco advirtió a los cristianos católicos sobre el “riesgo de una fe gnóstica, sin comunidad y sin contacto humano real, vivida sólo a través de transmisiones en directo que viralizan los sacramentos”.
Francisco dijo textualmente que “los cristianos debemos crecer en esta familiaridad, que es personal pero comunitaria. Una familiaridad sin comunidad, sin Iglesia, sin los Sacramentos, es peligrosa, puede convertirse en una familiaridad gnóstica, separada del pueblo de Dios. En esta pandemia – observó – nos comunicamos a través de los medios de comunicación, pero no estamos juntos, como es el caso de esta Misa. Es una situación difícil en la que los fieles no pueden participar en las celebraciones y sólo pueden hacer la comunión espiritual. Tenemos que salir de este túnel para volver a estar juntos porque esto no es la Iglesia, sino una Iglesia que corre el riesgo de ser “viralizada”. Que el Señor – es la oración del Papa – nos enseñe esta familiaridad concreta, esta intimidad con Él, pero en la Iglesia, con los Sacramentos y con el santo pueblo fiel de Dios”.
El resto de tradiciones religiosas seguramente habrán experimentado esa misma sensación que manifestaba el Pontífice de la Iglesia Católica, es decir, que la nueva espiritualidad virtual en el ciberespacio no satisface plenamente el sentimiento de comunidad de los fieles o creyentes de dichas religiones que requieren de un espacio físico y presencial para el culto público y comunitario.
En estos momentos de cambio radical a nivel mundial, apreciamos la emergencia de una nueva ciber-espiritualidad de carácter tecno-gnostico que tiene sus adeptos en el ciberespacio, ese no-lugar en el que las nuevas generaciones se mueven perfectamente. Tal vez dicha tendencia sea la expresión de la anunciada tecno-religión única y sincrética del Nuevo Orden Mundial.
6. El hogar como espacio redescubierto para la espiritualidad y la interioridad
Durante este confinamiento obligatorio, en algunos casos, el espacio doméstico se ha redescubierto como un “hábitat sacralizado” de sustitución del espacio de culto.
Para algunas tradiciones espirituales como el Islam, destinar un pequeño espacio en el hogar para el rezo ritual cinco veces al día no es nada extraordinario. Cualquier lugar es adecuado para orar y estudiar el Corán desde el punto de vista de esta tradición religiosa.
Para un musulmán la esfera espiritual de la vida es tan importante como la material para una persona mundanal. Así como el aire y el alimento son esenciales para la supervivencia física, del mismo modo, según esta cosmovisión religiosa, no se puede sobrevivir espiritualmente sin ofrecer el Salat o la oración con regularidad en las distintas partes del día, en cualquier lugar donde se encuentre el fiel musulmán.
En otras tradiciones espirituales suele reservase un espacio en la casa para efectuar ciertos ritos, meditar, orar o profundizar en la interioridad personal. También las nuevas formas de espiritualidad New Age, han redescubierto esa “sacralización” del hábitat y destinan alguna sala de meditación o espacio del hogar para sus prácticas y rituales.
Finalmente, desde la visión cristiana se utiliza el concepto de “Iglesia doméstica” para referirse a la familia, entendida como comunidad de fe, esperanza y amor donde se comparte, se ama, se trabaja, se reza, se crea esperanza, se vive la fe y se comparte con Dios la obra de procrear y educar a los hijos. De este modo, el hogar está llamado a ser un lugar privilegiado de encuentro con Cristo a través de la vida ordinaria.
Es por ello que los espacios destinados a la oración personal o en familia, al rezo del Santo Rosario, a la lectura de las Sagradas Escrituras o algunos libros de contenido espiritual se encuentren, para los creyentes cristianos, en cualquier parte del hogar. Como decía Santa Teresa de Jesús “también entre los pucheros anda Dios”.
7. La naturaleza como espacio de conexión espiritual con lo sagrado
En estos tiempos de confinamiento son afortunados aquellos que además de tener un hogar donde vivir, disponen de un jardín, una terraza o balcón con vegetación o una azotea renaturalizada.
Para muchos, esos espacios verdes y fértiles que componen su hábitat urbano o rural, donde vienen los pájaros a cantar, pululan multitud de seres vivos y en donde estos días de primavera hay una explosión de luz y de vida, resultan espacios extraordinarios de conexión espiritual con la sacralidad de la Creación por ser reflejo de su Creador. Ese maravillarse y asombrarse por la belleza de la naturaleza y de sus redes de vida, lleva a muchos creyentes a reconocer el rostro bondadoso y amoroso de Dios.
Para aquellos que no comparten la cosmovisión espiritual de un Dios personal creador de la vida en el universo, la simple contemplación de la naturaleza, de una puesta de sol, de la inmensidad del mar y del cielo estrellado les conecta necesariamente con el misterio y con lo sagrado.
8. El corazón como sede de integración y sabiduría espiritual
Si bien los espacios físicos – o ahora también virtuales- descritos anteriormente son los lugares habituales donde suelen desarrollarse el culto, los rituales, la oración, la meditación, la contemplación y las otras prácticas desarrolladas por las diversas tradiciones religiosas y las distintas cosmovisiones espirituales, el corazón (lógicamente no me estoy refiriendo al órgano cardíaco biológico) resulta ser la sede de integración y sabiduría espiritual.
Desde la fe cristiana, Dios creó al hombre en estado de gracia, a su imagen y semejanza, elevándolo al orden sobrenatural. Por ello la conexión espiritual del corazón humano con el Sagrado Corazón de Jesús es tan importante para un cristiano.
Cuando los creyentes católicos hablan de la custodia del corazón, muchas veces se están imaginando esa sede – en otras palabras, el alma- como el lugar de “efusión del Espíritu”. De este modo, los católicos entienden el cuerpo de la persona como el Templo del Espíritu Santo.
Los Padres del Desierto, es decir, los monjes, ermitaños y anacoretas cristianos que en el siglo IV tras la paz constantiniana abandonaron las ciudades del Imperio romano para ir a vivir en las soledades de los desiertos de Siria y Egipto, tenían la oración Hericasta, es decir, la “Oración del Corazón” (que también se suele llamar “Oración de Jesús”) como un método sapiencial de unión mística con Dios.
Este tesoro heredado de los Padres del Desierto es una oración de origen oriental que impacta por su sencillez y su profundidad. Es una oración que se basa en las escrituras y la encontramos en Lc 18, 13, donde se formula de la siguiente forma: ”Jesús Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”.
Podriamos decir que la “Oración del Corazón” es una plegaria contemplativa genuinamente cristiana, que en el silencio de nuestros espacios de espiritualidad podemos pronunciar, también hoy, los hombres y mujeres de buena voluntad, en estos tiempos de tribulación y confinamiento que nos ofrecen una oportunidad única de interiorización y profundización espiritual.
Se llama oración del corazón porque puede ser rezada desde la centralidad de nuestro ser. El corazón es el centro, el ser que Dios nos ha donado. Muchas veces confundimos el corazón con el sentimiento o la afectividad, pero esta deformación parte del siglo XIX en el que el romanticismo propuso erróneamente que lo único verdadero del ser humano es el sentimiento. La realidad es que el corazón del ser humano es emotivo, pero también es cognitivo y volitivo. En el corazón somos de forma plena o de forma parcial.
Las palabras en la oración contemplativa cristiana no son discursos sino ramillas que alimentan el fuego del amor. En este silencio, insoportable para el hombre “exterior”, el Padre nos da a conocer a su Verbo encarnado, sufriente, muerto y resucitado, y el Espíritu Santo nos hace partícipes de la oración de Jesús.
Para conseguir una unión mística con Dios será necesaria pues la pureza de corazón. Ese estilo de vida implica una renovación completa de sí mismo para alejarse del ego, de la mundanidad, de las distracciones, de la confusión, para buscar la vida verdadera fundiéndose a la Divinidad mediante el amor.
Así pues, en este periodo de prueba que supone el confinamiento por el COVID-19, desde la interioridad de nuestro corazón, podemos proponernos como objetivo llegar al pleno autoconocimiento y a la unión mística con Dios, a través del silencio, la oración contemplativa, la quietud, la serenidad y el autocontrol. Alzando nuestro corazón y nuestra mirada a Dios. Y todo ello en armonía con la Creación, teofanía del Creador.
ALBERT CORTINA. Abogado y urbanista
Director del Estudio DTUM
Barcelona, 27 de abril de 2020
PARA SABER MÁS:
VÍDEO: La Oración del Corazón (de Jesús). Dirigida por Mauricio I. Pérez.
VÍDEO: La Escolania del Monasterio de Montserrat (Cataluña) canta el “Nigra Sum” de Pau Casals desde el confinamiento (27.04.20).
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