Autor: Albert Cortina
Trabajadores que producen datos
El “Instituto de Obsolescencia Humana” (IoHO) con sede en La Haya lanzó en el año 2018 uno de los experimentos más atrevidos – en aquel momento- en el entorno de las criptomonedas, es decir, de las monedas digitales. Se trataba de minar criptomonedas con el calor del cuerpo humano. Aquel año, una serie de voluntarios se enfundaron unos trajes específicamente diseñados para recolectar el calor que emanaba de sus cuerpos para convertirlo en electricidad y de este modo, facilitar energía a una serie de dispositivos de minado de criptomonedas.
La idea subyacente en dicho proyecto piloto estaba alineada plenamente con la utopía/distopía transhumanista, la cual profetiza que las máquinas serán cada día más eficientes realizando trabajos que hasta el momento hacíamos los humanos y que, por lo tanto, debemos transformar y aumentar nuestra capacidad de insertar valor en la economía a través de otras fórmulas, como puede ser, el convertirnos en generadores de energía sostenible.
A esa nueva modalidad de productividad a partir de la mejora biotecnològica del rendimiento físico y cognitivo de las personas la podríamos denominar “trabajo biológico humano” ya que consiste en la exploración del potencial del cuerpo humano para producir capital de una forma más eficiente.
En el caso del experimento que hemos citado anteriormente, a partir de la electricidad extraída del exceso de calor del cuerpo humano debidamente procesada, se ejecuta una función computacional que produce criptomonedas.
Es curioso observar cómo, a pesar de que aparentemente avanzamos hacia una sociedad sin trabajo humano, surgen nuevas formas de trabajo invisible. Empezamos a ser conscientes que los datos producidos por el hombre y la mujer de nuestro tiempo son un recurso ya extraído por Big Tech, que produce grandes cantidades de capital para algunas corporaciones tecno-financieras líderes de la globalización. Cabe entonces preguntarse, ¿por qué los trabajadores en activo que producen datos no están capitalizando ese recurso digital? y ¿por qué a los trabajadores no activos, que igualmente generan capital mediante la producción de datos, les seguimos llamando desempleados?
Monitorizando la actividad del cuerpo humano
La concreción práctica de aquel experimento del año 2018, así como la emergencia de esa nueva forma de trabajo biológico humano a partir de la monitorización de la actividad de nuestro cuerpo y su capitalización económica, ha sido hábilmente aprovechada por Microsoft Technology Licensing – el brazo de licencias de Microsoft Corp.- quién ha obtenido recientemente una patente internacional para un “sistema de criptomonedas que utiliza datos de la actividad corporal”. La patente fue publicada el 26 de marzo de 2020 por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) que es un organismo especializado del sistema de organizaciones de las Naciones Unidas y que tiene su sede en Ginebra (Suiza).
La patente anteriormente citada fue registrada por Microsoft con la curiosa numeración WO/2020/060606. Para los seguidores de las denominadas teorías de la conspiración, en dicha numeración se hallaría una referencia en clave al Nuevo Orden Mundial (NWO) cuya construcción se estaría acelerando tras la pandemia del COVID-19 y la estrategia globalista de la llamada “nueva normalidad”. Por su parte, desde dicha cosmovisión, la numeración de la patente sería una referencia explícita a la “marca de la Bestia” – término bíblico del libro del Apocalipsis – que comúnmente viene asociada al número 666.
No obstante, para el resto de los hombres y mujeres contemporáneos, ampliamente secularizados, seguramente dicha referencia no contiene ningún sentido simbólico ni ritual. Resulta más tranquilizadora la explicación de que esa numeración es aleatoria o una simple casualidad, o tal vez, un guiño travieso de los propietarios de la patente a dichas teorías conspirativas.
Resulta curioso que pocos dies antes de la inscripción de la patente, el cofundador de Microsoft, el poderoso Bill Gates, anunciase su retirada del Consejo de Administración y de la Junta Directiva de la empresa para dedicar más tiempo a su labor filantrópica en la Fundación Bill y Melinda Gates.
Tras la lectura de la documentación presentada a la OMPI podemos deducir inicialmente que lo que se detalla es un método de minería de criptomonedas que explota los datos asociados con la actividad corporal de un usuario determinado.
La patente expresa textualmente que “la actividad del cuerpo humano asociada con una tarea proporcionada a un usuario puede utilizarse en un proceso de minería de un sistema de criptomonedas“. Por ejemplo, una onda cerebral o el calor corporal emitido por el usuario cuando realice una tarea proporcionada por un proveedor de información o servicio – como ver publicidad o usar ciertos servicios de Internet- podrán utilizarse en el proceso de minería patentado.
Para implementar dicho proceso, un servidor proporcionara una tarea al dispositivo de un usuario, que se conectará y comunicará con el servidor. Un sensor especial indicará la actividad corporal del individuo, mientras que un sistema de criptomonedas verificará si los datos de la actividad corporal satisfacen las condiciones establecidas por dicho sistema o no. En última instancia, el sistema otorgará criptomonedas al usuario cuyos datos de actividad corporal se verifican.
Según los tecnólogos del equipo de Microsoft, este sistema puede resolver mejor el problema del enorme consumo de energía eléctrica necesario en el proceso habitual de la criptominería en el criptoverso a través del método denominado Proof of Work (PoW).
La idea que aparece detrás del sistema patentado por Microsoft es que se puedan extraer criptos utilizando las ondas cerebrales de las personas en lugar de depender exclusivamente de la potencia de cómputo, evitando, de este modo, el elevado consumo de energía que esto representa.
Cabe destacar que este sistema dependería de la colocación de sensores en el cuerpo de una persona que permitirían rastrear su actividad tanto calórica como de ondas cerebrales. De este modo, para monetizar las ondas subconscientes del cerebro, sería necesario implantar un microchip o un tatuaje cuántico en el usuario. Las preguntas inmediatas que se nos ocurren son las siguientes: ¿quién fabricará esos tatuajes cuánticos, sensores o microchips? ¿quién los implantará? ¿qué otros datos podrán ser enviados o recibidos por el servidor?
A nadie se le escapa que más allá de la instauración del trabajo biológico humano y de la patente WO/2020/060606 sobre la monitorización de nuestra actividad corporal para su capitalización monetaria digital, en realidad, lo que se ha producido es un salto cualitativo respecto al sistema de rastreo y puntaje personal de nuestros parámetros biométricos de salud, nuestras tareas físicas corporales y mentales, nuestras actividades cotidianas, nuestros contactos…
Si relacionamos toda esta monitorización con la recompensa en criptomonedas o en cualquier otra moneda virtual universal que substituya en un futuro cercano al dinero físico, tenemos el escenario completo del Nuevo Orden Mundial.
Ante nuestra mirada atónita aparece pues un sistema distópico basado en el control tecnológico global de la población que substituiría en occidente al sistema de democracias liberales y que consolidaría en Asia un sistema cibertotalitario con pretensiones hegemónicas a nivel global.
Y es que tal vez en estos momentos se estaría implantando ya de forma acelerada dicha estrategia global y posiblemente el factor determinante haya sido la crisis sanitaria producida por la pandemia ocasionada por el COVID-19.
Sin embargo, no debemos tener miedo y resistir, pues sabemos que la nueva Torre de Babel no llegará a su culminación y que el Ciberleviatán no alcanzará sus objetivos ya que finalmente será derrotado y destruido.
ALBERT CORTINA. Abogado y urbanista
Director del Estudio DTUM
Barcelona, 6 de mayo de 2020
PARA SABER MÁS:
VÍDEO: Institute of Human Obsolescence (IoHO).
DOCUMENTO: Patente WO/2020/060606.
https://patentscope.wipo.int/search/en/detail.jsf?docId=WO2020060606&tab=PCTBIBLIO
VÍDEO: O Frondens Virga by Hildegard von Bingen (1098-1179).
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