Trasumanar significar ‘per verba’
non si poria; però l’essemplo basti
a cui esperienza grazia serba…
(Dante, Paradiso, Canto I)
Un nuevo libro de Albert Cortina*, abogado y urbanista: “Humanismo avanzado para una sociedad biotecnológica“ (Ediciones Teconté, Barcelona, 2017). En esta entrevista tratamos de vislumbrar su contenido: que caracteristicas y consecuencias tendrá la cuarta revolución industrial y, sobre todo, que impacto puede tener el transhumanismo para la cultura cristiana.
¿Quién está visionando y construyendo hoy el futuro?
Me gustaría poder responder con certeza… creo que los ciudadanos no conocemos muy bien los valores y principios éticos sobre los que se está construyendo realmente el modelo de sociedades biotecnológicas que se están desarrollando globalmente en estas primeras décadas del siglo XXI.
¿Tal vez los algoritmos y la inteligencia artificial definirán ese modelo?
A mí no me gustaría nada que así fuese, prefiero dejar en manos de las personas ese tipo de decisiones. Aunque sin duda, el desarrollo de la inteligencia artificial, la convergencia de las tecnologías emergentes (nanotecnologías, biotecnologías, tecnologías de la información, tecnologías cognitivas, robótica, computación cuántica…) tendrá un impacto directo sobre nuestra esencia como seres humanos.
Creo que no somos del todo conscientes que estamos en el momento más crucial de la historia humana, y lo que esos cambios disruptivos y exponenciales supondrán, no va únicamente de lo que haremos o dejaremos de hacer con la innovación aplicada a los productos, los servicios y los procesos. Lo que realmente está en juego es lo que seremos de ahora en adelante como personas a partir del llamado “mejoramiento humano”. Es decir, de la innovación y de las biotecnologías aplicadas a la mente y al cuerpo del ser humano.
¿Para usted cuál es la clave de la cuarta revolución industrial?
La revolución que estamos viviendo y que podríamos también denominar “revolución de la inteligencia”, así como el nuevo orden mundial que se está dirimiendo en estos momentos, no radica únicamente en cómo se organizará económica y geopolíticamente la globalización, sino en qué se convertirá la especie humana y qué efectos tendrá esa transformación sobre la conciencia de los individuos y del conjunto de la humanidad.
Recientemente ha participado en el Foro internacional de Alto Nivel sobre Innovación y Desarrollo Sostenible organizado por la UNESCO. ¿Cómo entiende usted la integración de ambos conceptos?
En efecto, a mediados de septiembre nos reunimos en México expertos de los cinco continentes bajo los auspicios de la UNESCO para determinar cómo la innovación puede impulsar los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el desarrollo sostenible.
En dicho encuentro presenté el concepto de biosfera inteligente y expuse cuáles son desde mi punto de vista los retos éticos de las tecnologías emergentes en relación a la sostenibilidad y al desarrollo humano integral
¿Y qué impacto tuvo su conferencia?
Ante representantes de la UNESCO y de distintas instituciones y agencias internacionales defendí que en nuestros debates académicos, economístas, políticos y ciudadanos tenemos que abordar de forma más profunda las implicaciones sociales y éticas de la innovación y de las biotecnologías.
Creo que los ciudadanos tenemos derecho a decidir sobre el modelo de innovación que conviene más a los intereses generales y a las necesidades colectivas, de las personas y del bien común. No se trata únicamente de participar en las etapas de información. Debemos decidir sobre las estrategias y la planificación relacionada con la innovación, sobre la agenda y la programación y finalmente sobre su implementación. No podemos dejar estos temas tan importantes únicamente en manos de los expertos, de los centros de investigación, de los gobiernos y de las corporaciones biotecnológicas. La sociedad quiere saber y decidir sobre su futuro.
¿Las tecnologías y la innovación siempre van a favor del bienestar de las personas?
No siempre. Hay una tendencia muy extendida en nuestro modelo económico social que plantea la innovación y las tecnologías desde un tipo de bienestar que únicamente da satisfacción a nuestras necesidades y aspiraciones materiales y de confort. No obstante, creo que las personas ambicionamos más. Queremos alcanzar también mayores cotas de felicidad, y por lo tanto, pensamos en el sentido de nuestra vida, en lo que de verdad nos importa como seres humanos, en el control sobre las decisiones que afectan a nuestra existencia y en el incremento de la conciencia que nos permite un mayor entendimiento de la realidad.
¿Tenemos un derecho ilimitado a la innovación, o hay límites? ¿Dónde están las líneas rojas que no podemos traspasar?
Efectivamente, yo apuesto por avanzar en ese derecho a la innovación, a querer ir más allá, a ser creativos y vanguardistas, a mejorar y ampliar nuestras capacidades físicas y cognitivas, a mejorar nuestro entorno, el hábitat humano y nuestros paisajes. Creo en el perfeccionamiento del proyecto humano. No obstante, debemos tener en cuenta que todo lo que podemos hacer con nuestra inteligencia y que nos es permitido hacer con nuestra libertad, no siempre nos conviene. Hay límites, condicionantes éticos, principios morales y una responsabilidad personal y social que deben modular ese derecho a la innovación. Hay líneas rojas que no deberíamos traspasar.
¿Existe una innovación específica sobre la persona a través del llamado “mejoramiento humano”?
El “mejoramiento humano” (human enhancement en inglés) pretende acelerar biotecnológicamente la evolución humana alterando la condición y naturaleza de la persona y diseñando biotecnológicamente una “nueva humanidad” compuesta por seres transhumanos y/o posthumanos. Es el nuevo paradigma tecnológico basado en la innovación y en el diseño biotecnológico sin límites de la persona y que emerge con fuerza junto al paradigma de la sostenibilidad ambiental, social y económica que estamos intentando implementar a nivel planetario desde hace algunas decadas.
Por lo tanto, ¿el paradigma del desarrollo sostenible está destinado a confrontarse necesariamente al nuevo paradigma del mejoramiento humano?
Depende del modelo que escojamos efectivamente habrá confrontación entre el paradigma de la ecología integral (concepto desarrollado magníficamente por el papa Francisco en su encíclica Laudato Si’) y el paradigma tecnocrático que nos propone la hipermodernidad y el sistema neoliberal radical. No obstante, yo prefiero contribuir con ideas, valores y proyectos en la construcción de un modelo de integración entre el desarrollo sostenible y el desarrollo humano integral.
¿Qué papel jugaran en esa confrontación o integración de paradigmas las diversas visiones antropológicas y cosmovisiones espirituales y religiosas?
Estamos en un sistema global en el que hay diversas visiones antropológicas, concepciones ecocéntricas, distintos marcos culturales, múltiples tradiciones espirituales y religiosas, cosmovisiones desde la sabiduría perenne, convicciones laicas y ateas, etc. Por lo tanto, debemos encontrar espacios, procedimientos e instituciones que permitan el dialogo entre todas esas miradas y que faciliten la construcción de un denominador común que sea la base para establecer una ética universal que nos ayude a abordar la complejidad, la incertidumbre y los desafíos que nos plantea el futuro en un mundo globalizado e hiperconectado.
Resultará complicado…
Pero ese dialogo y trabajo conjunto resulta imprescindible. No olvidemos el término “casa común” utilizado por el papa Francisco en su encíclica Laudato Si’. El planeta azul y la familia humana nos conciernen a todos. Para resolver los conflictos y crear las oportunidades en esta nueva etapa de la civilización será necesario un auténtico liderazgo compartido entre las humanidades y las ciencias.
Incluso, deberemos contemplar y anticipar ya nuevos derechos fundamentales en función de la diversidad de seres inteligentes y sentientes que en distintos grados empiezan a convivir en la Tierra: animales, seres humanos o personas sustancialmente no modificadas biotecnológicamente, transhumanos, ciborgs o mutantes, robots autónomos inteligentes o personas electrónicas, entes tecnológicos o seres posthumanos… ya ves, ¡todo un desafío¡
Sí ya veo, por eso me pregunto ¿se está reflexionando suficientemente sobre la innovación biotecnológica aplicada a la mente humana?
Es curioso que nos preocupamos mucho del derecho a la privacidad, de la propiedad intelectual sobre los resultados de la innovación, de la protección de los datos, etc., y no estamos reflexionando suficientemente sobre las implicaciones de la innovación biotecnológica aplicada a la mente humana.
Tenemos ante nosotros unos dilemas bioéticos y tecnoéticos de enorme envergadura: ¿Queremos y debemos implementar biotecnologías exponenciales para aumentar y trascender nuestras capacidades físicas y cognitivas a costa incluso de superarnos como seres humanos? ¿Nos exponemos a nuestra propia extinción como especie humana ante la emergencia de una nueva especie posthumana? Frente a esos escenarios la ideología transhumanista y los tecnoentusiastas creen que moralmente debemos acelerar el proceso hacia la superación de nuestra condición humana e inaugurar la etapa de los transhumanos y de los posthumanos.
¿Debemos pues tomarnos en serio los planteamientos del transhumanismo?
¡Claro que sí! Debemos ser conscientes de la agenda que la ideología del transhumanismo está desarrollando a nivel global y adoptar un pensamiento crítico ante sus planteamientos y propuestas sobre el mejoramiento biotecnológico sin límites del ser humano. En este siglo XXI, percibido como un tiempo de incertidumbre y confusión, emerge con fuerza esta nueva utopía o distopia – según el punto de vista que se adopte – denominada transhumanismo. Viene de la mano de las ideologías de la hipermodernidad, es decir, del relativismo cultural, del individualismo autoreferencial, del emotivismo, de las teorías ciborg y unigenero, del tecno-nihilismo, del ecomodernismo, del posthumanismo, etc.
¿El transhumanismo tiene color político?
Desde sus inicios el transhumanismo se ha hibridado de forma natural con las nuevas formas que está adoptando la ideología neoliberal y el neocapitalismo californiano de Silicon Valley. No obstante, el transhumanismo también está influyendo poderosamente en otras formas de entender la economía y la organización política y social. Incluso algunas escuelas de negocios de inspiración cristiana miran con asombro y en algunos casos con cierta complicidad las propuestas que presentan los “gurús” y los “voceros” más tecnoentusiastas de los centros de investigación y de las asociaciones transhumanistas más relevantes en el contexto anglosajón, como es el caso de la Singularity University.
¿Hay un transhumanismo de izquierdas?
Sí lo hay. Sería interesante hacer un seguimiento sobre cómo se está introduciendo la ideología transhumanista en la visión tecnoprogresista, en el ecomodernismo o modernismo ambiental, en la ideología de género y en las propuestas comunitaristas y de innovación social de algunos partidos de la llamada “nueva política”. También resulta fundamental preguntarse cómo avanza en Asia el paradigma del mejoramiento humano ya que, por ejemplo en China, se está apostando muy fuerte por captar a las personas con altas capacidades y por aumentar las capacidades humanas mediante las biotecnologías emergentes. Y es que el paradigma del mejoramiento humano y el mal uso de las tecnologías emergentes pueden contribuir a la aparición de castas tecnológicas, al aumento de las desigualdades sociales y a crear una enorme brecha en la propia humanidad.
Pero en Asia tienen otro concepto del ser humano, ¿no es cierto?
Efectivamente, y son países con vocación de potencia emergente en la globalización tecnológica. Por ello es tan importante ponernos de acuerdo a nivel mundial sobre cuál debería ser la antropología adecuada para hacer frente a los desafíos que plantean las ideologías de la hipermodernidad, el transhumanismo y las biotecnologías emergentes, especialmente las que afectan a la naturaleza y condición humana, pero también las que pueden afectar sustancialmente a la biosfera y a la noosfera.
Usted y el científico Miquel-Àngel Serra han abierto por primera vez en España un interesante debate social y académico sobre estos temas y lo han hecho de forma abierta, transversal, desde las ciencias y desde las humanidades. ¿Cree que está dando los resultados previstos?
Sinceramente creo que sí. Antes del 2013 cuando planteamos por primera vez este tema de debate en un periódico de gran difusión nacional muchos creyeron que estábamos tratando un tema de ciencia ficción, que esto eran problemas del largo plazo. Hoy, diversos sectores entienden perfectamente que este tema es de presente y de máxima importancia para nuestra supervivencia como seres humanos. Es precisamente ahora cuando nos toca proponer los criterios científicos, los principios éticos y la ordenación jurídica necesaria para prevenir los efectos no deseables y no deseados de la convergencia de estas tecnologías emergentes sobre el ser humano y la vida en el planeta.
Y ahora presenta su nuevo libro “Humanismo avanzado para una sociedad biotecnológica”. ¿Nos puede explicar las ideas que propone en esta obra?
Me interesaba mucho abordar el tema de cómo afectará el paradigma tecnocrático a la interioridad humana en las próximas décadas. Por eso he querido desarrollar el concepto de humanismo avanzado que ya había propuesto en anteriores publicaciones. Un humanismo avanzado basado en una ética universal integradora de los valores que la humanidad ha ido conformando a lo largo de los siglos mediante la sabiduría perenne, las diversas tradiciones religiosas y espirituales y las corrientes del pensamiento humanista. Este es un libro divulgativo que de forma amena pretende ofrecer al lector las claves para transitar por esa sociedad biotecnológica, sin perder por ello nuestra esencia humana ni renunciar a nuestra misión de evolucionar hacia más elevados niveles de conciencia.
¿Cómo cree que afectarán esos cambios a la espiritualidad de las personas y a su anhelo de trascendencia?
El libro da algunas claves para continuar en la línea del perfeccionamiento del proyecto humano en ese nuevo escenario biotecnológico. La clave fundamental es conectar el cerebro con el corazón. El corazón es la morada de nuestra interioridad que a su vez es el espacio donde se custodia nuestra alma inmortal.
¿En qué sentido?
El transhumanismo y el paradigma tecnocrático únicamente se centran en el cerebro, en la mente, en algunos aspectos reduccionistas de la inteligencia. Por ello creen que la inteligencia artificial, una vez llegue el advenimiento de la Singularidad que profetizan, superará a la inteligencia humana y nos veremos substituidos por entes tecnológicos o por una especie posthumana.
El enfoque del humanismo avanzado que yo propongo en el libro es muy distinto. Se centra en el desarrollo humano integral abierto a la trascendencia. En la persona con sus capacidades y vulnerabilidades, en las inteligencias múltiples, incluida la inteligencia espiritual que es la dimensión genuinamente más humana. No olvidemos que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios.
Precisamente Dios es Amor…
Por eso el lenguaje del corazón es universal, claro, profundo y multidimensional. En el ser humano el corazón es el lenguaje del amor. Hay una sabiduría esencial en el corazón de cada persona, en su exclusividad y singularidad. Desde el humanismo avanzado proponemos progresar en el camino del corazón que nos lleva a la felicidad plena y autentica acompañados con la brisa del Espíritu.
Todo ello sin caer en el emotivismo y sincretismo del “New Age”. Si no más bien entendiendo el corazón como la morada o el castillo interior desvelado por Santa Teresa de Jesús y otros místicos que han explorado en las profundidades del hombre interior. Esa interioridad donde reside nuestra alma inmortal y desde donde nuestro intelecto se conecta con el espíritu para contemplar el misterio y permanecer en Dios. Un camino que tiene un recorrido de perfeccionamiento a través, por ejemplo, de la oración del corazón, también denominada oración de Jesús: esa forma milenaria de plegaria denominada filocalia que se ha mantenido en la tradición de las Iglesias de Oriente y que se remonta a los Padres del desierto de los primeros siglos.
¿Los posthumanos serán también hijos de Dios?
No sé… los misterios del Creador son inescrutables. Bien es cierto que el deseo de mejorar se refiere a nuestro ser personal más íntimo, a ese ser que hemos recibido de Dios a su imagen y semejanza. Por eso creo que el aumento de la cualidad humana y de la inteligencia espiritual resulta esencial en las sociedades biotecnológicas emergentes para mantener la preeminencia de la inteligencia humana sobre la inteligencia artificial. Necesitaremos reforzar profundamente nuestra interioridad.
¿Tendrán conciencia esos entes tecnológicos o seres posthumanos?
Ya he señalado anteriormente que la conciencia es constitutiva de nuestra esencia y naturaleza como seres humanos.
Hoy por hoy lo que sí podemos decir es que en el camino de perfeccionamiento del proyecto humano, lo realmente importante es ser la mejor persona que cada uno pueda ser. Ese es el desafío que tenemos delante de nosotros: transformar la vida en el nivel más esencial… y de ese modo, mediante la gracia, ser buenos hijos de Dios y ganarnos la eternidad y no una simple inmortalidad cibernética.
Veo que el planteamiento del libro es claramente optimista.
Sí, en efecto ¿y porque no había de serlo? El “no temáis” de las bienaventuranzas del Sermón de la montaña del Nuevo Testamento resulta un código que de alguna manera forma parte de todas las tradiciones sapienciales y espirituales de la humanidad. Las Bienaventuranzas y el Apocalipsis son textos que nos desvelan la esperanza y la misericordia del plan divino para la humanidad en todos los tiempos, incluidos los últimos tiempos.
Por ello, el libro concluye con un apartado final que se titula: “¡No tengáis miedo! Tengamos esperanza, estamos construyendo el futuro”.
¡Claro que sí! Resulta esencial transmitir ese mensaje de esperanza tratándose de unos temas tan complejos y fundamentales para nosotros y para las generaciones futuras.
Y muchas gracias por ayudarnos a transitar en clave humanista por esa sociedad biotecnológica que ha llegado ya para quedarse…
*ALBERT CORTINA es abogado y urbanista. Director del Estudio DTUM. Profesor e investigador en ética aplicada al urbanismo y a la ordenación del territorio en la Universidad Autónoma de Barcelona y en la Universidad Politécnica de Cataluña. Experto en gestión de ideas, valores y proyectos. Coautor y coordinador junto con el científico Miquel-Àngel Serra de la trilogía de libros ¿Humanos o posthumanos? (Fragmenta, 2015), Humanidad ∞ (Ediciones Internacionales Universitarias, 2016) y Singulares (Ediciones Internacionales Universitarias, 2017).
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