Autor: Albert Cortina
CONSAGRACIÓN DEL MUNDO AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
Preocupado por la grave situación en Ucrania y también en Rusia, en estos tiempos de densa oscuridad para el mundo entero, siguen impactándome las vibrantes imágenes de aquel 25 de marzo de 1984, festividad de la Anunciación del Señor a la Virgen, cuando el papa Juan Pablo II consagró el mundo al Corazón Inmaculado de María desde la plaza de San Pedro del Vaticano.
Con voz potente y solemne, San Juan Pablo II se dirigía a María con esta oración que invito a los lectores a rezar en comunión y con confianza:
Oh, Madre de los individuos y de los pueblos,
Tú que conoces todos sus sufrimientos y sus esperanzas,
Tú que tienes el conocimiento materno de todas las batallas
entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad
que afligen al mundo moderno,
acepta nuestra súplica que dirigimos a tu corazón
movidos por el Espíritu Santo,
nos dirigimos directamente a tu corazón:
abraza con amor de Madre este mundo nuestro que te confiamos y consagramos,
llenos de preocupación por el destino terrenal y eterno
de los individuos y de los pueblos.
Oh, pura, Inmaculada,
De la escasez y de la guerra, de la destrucción incalculable, libéranos.
De los pecados contra la vida humana desde su inicio, libéranos.
Del odio, libéranos.
De toda clase de injusticia en la vida social, nacional e internacional, libéranos.
De la facilidad para incumplir los mandamientos de Dios, libéranos.
De los intentos de ofuscar en los corazones humanos la verdad de Dios, libéranos.
De la pérdida de sentido del bien y del mal, libéranos.
De los pecados contra el Espíritu Santo, libéranos, libéranos.
Oh, Madre de Cristo,
Permite que sea revelado el infinito poder salvador de la Redención;
que eso detenga el mal.
¡Que tu Inmaculado Corazón revele para todos la luz de la esperanza!
Amén.
De este modo, recordando el mandato pronunciado por la Virgen en su tercera aparición en Fátima el año 1917 – poco antes del triunfo de la revolución bolchevique y de que Lenin se alzase como presidente de la Unión Soviética, promoviendo el ateísmo y el materialismo, base del marxismo teórico que se expandió por todo el mundo –, el Santo Padre Juan Pablo II, en unión espiritual con los obispos del mundo, confío a todos los hombres y mujeres y a todos los pueblos al Inmaculado Corazón de María, aunque no pronunció explícitamente el nombre de Rusia, tal y como lo pidió la Virgen, posiblemente por motivos diplomáticos, humanos y no naturales, ajenos totalmente a la voluntad del Papa.
Recientemente he sabido de un hecho coincidente que, al menos para mí, resultaba desconocido. Ese mismo día 25 de marzo de 1984, en el Kremlin, un obispo eslovaco enviado de Madre Teresa de Calcuta, después de celebrar clandestinamente la Santa Misa, consagraba secretamente Rusia al Corazón Inmaculado de María rezando una oración que escondía entre las pagines del diario soviético Pravda.
Parece ser que, en el mismo instante en que San Juan Pablo II consagraba el mundo a la Virgen, Mons. Pavel Hnilica – que había viajado a Moscú a petición de la Madre Teresa de Calcuta -, se unía a la consagración del Santo Padre en Roma poniendo de manifiesto la inclusión de Rusia en dicha consagración.
Madre Teresa, eslava como era, y habiendo vivido muy de cerca el comunismo, tenía un deseo inmenso de trabajar espiritualmente por la conversión de Rusia. Familiarizada con el mensaje de la Virgen de Fátima que nos expresa, con esperanza, que Rusia se convertiría si se consagraba a su Inmaculado Corazón y que finalmente este triunfaría frente al mal, rezaba intensamente por esa intención. Por dicho motivo, Santa Teresa de Calcuta pidió a Mons. Hnilica que al consagrar Rusia al Corazón Inmaculado de María, depositara una Medalla Milagrosa en el Kremlin. ¡Aquello resultaba una autentica osadía!
Mons. Maasburg, que acompañó a Mons. Hnilica en ese viaje, relata los detalles de estos hechos en su libro “Madre Teresa de Calcuta: un retrato personal”.
El autor del libro cuenta que según lo acordado, cuando el Santo Padre comenzó la ceremonia de consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María el 25 de marzo, Mons. Hnilica estando en el Kremlin como un simple turista, después de visitar la fortaleza, empezó a orar mientras buscaba un lugar oculto en el que colocar la medalla milagrosa que le había dado la Madre Teresa de Calcuta.
Finalmente decidió colocarla bajo el antiguo trono de piedra denominado Sitio del Patriarca que se encuentra en la catedral de la Asunción (también denominada de la Dormición de la Madre de Dios), y que era utilizado en las ceremonias religiosas en los tiempos del imperio de los zares. A su vez, rezó para que el Patriarca de Moscú pudiese volver a celebrar ritos religiosos en aquel lugar.
Cabe destacar que a la muerte de Primen I en 1990, Alexis II fue elegido como 15º Patriarca de Moscú y de todas las Rusias y por tanto, máximo líder de la iglesia ortodoxa rusa, meses antes de la disolución de la Unión Soviética el 8 de diciembre de 1991, festividad de la Inmaculada Concepción. En esa fecha tan significativa desde el punto de vista mariano, se firmó el Tratado de Belavezha por parte de los presidentes de las repúblicas soviéticas de Rusia, de Ucrania y de Bielorusia y se reemplazó la URSS por una forma de unión voluntaria conocida como la Comunidad de Estados Independientes (CEI). Ese mismo año, el Patriarca Alexis II pudo celebrar de nuevo la liturgia solemne en la Catedral de la Asunción.
El autor del libro antes citado cuenta como Mons. Hnilica, estando solo y en la intimidad con Dios, se recogió y celebro la Santa Misa en secreto en la Catedral de la Asunción aquel 25 de marzo de 1984. Utilizó un pedazo de pan y un poco de vino que traía consigo y recitó la consagración de memoria. Era un acto significativo ya que se celebraba la Santa Misa en aquel lugar sagrado, después de 76 años sin haberse celebrado.
El mundo debía liberarse de sus ataduras y descubrir la verdadera libertad y así lo hizo, cuando cinco años después de la consagración del mundo efectuada por el Papa Juan Pablo II, el bloque del Este se vino abajo.
Sin embargo, a la vista de los terribles acontecimientos que estamos viviendo actualmente en Europa y en el resto del mundo, así como los sucesos que pueden irse desarrollando en las próximas semanas, cabe preguntarse si fue suficiente la consagración en la Plaza de San Pedro de Roma respecto a la conversión de Rusia y al inicio de un tiempo de paz para la humanidad, dado que para algunos expertos dicho acto de consagración resultó incompleta según el mandato de la Virgen de Fátima.
Por otro lado, estoy plenamente convencido que aquella medalla milagrosa que la Madre Teresa de Calcuta quiso introducir en la URSS a través de un sencillo acto de consagración realizado con valentía por Mons. Hnilica y que tuvo un gran valor espiritual al realizarse en la Catedral de la Asunción de Moscú aquel 25 de marzo de 1984 simultáneamente al acto de consagración al mundo en Roma, se ha multiplicado en millones de reproducciones de dicha medalla durante estas décadas y ha derramado y sigue derramando sus gracias y bendiciones a los rusos, a los ucranianos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que se han puesto bajo la protección de la Santísima Virgen María. Así lo he entendido hoy cuando he visto unas imágenes en televisión que mostraban a una madre ucraniana que huía junto a sus hijos de la guerra y que llevaba en su muñeca la Medalla Milagrosa.
CONSAGRACIÓN DE RUSIA Y UCRANIA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
El Papa Francisco, ante el cariz tan grave que están tomando los acontecimientos en Ucrania, en Rusia y en el mundo entero, que podrían llevarnos a una Tercera Guerra Mundial, tiene prevista la consagración de Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María para el próximo 25 de marzo a las 17:00h en la Basílica de San Pedro, coincidiendo con la fecha en la que el Papa Juan Pablo II consagró al mundo en 1984.
Simultáneamente, el mismo día y a la misma hora realizará dicha consagración el cardenal Krajewski en Fátima como enviado especial del Santo Padre.
El 2 de marzo pasado, los obispos católicos de rito latino en Ucrania pidieron al Obispo de Roma que consagrase públicamente a ambos países al Inmaculado Corazón de María. La duda era si Francisco realizaría dicha consagración tal y como lo pidió la Virgen en Fátima en 1917, es decir, en comunión espiritual con todos los obispos del mundo, o si dicho acto que se realizará penitencialmente en tiempo de Cuaresma de este año 2022, llega demasiado tarde para que se realice de este modo.
No obstante, por lo que ha expresado recientemente el Nuncio Apostólico en los Estados Unidos, Mons. Christophe Pierre, el Papa Francisco tiene la intención de invitar por carta a todos los obispos del mundo, o equivalente en derecho, junto con sus sacerdotes, a participar en este acto de consagración, si es posible, a la hora correspondiente a las 17:00 hora de Roma y a rezar conjuntamente junto a todo el Pueblo de Dios esta oración:
Oración para la Consagración de Rusia y Ucrania al Corazón Inmaculado de la Virgen María del 25.03.22
Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz.
Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes. Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común. Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor.
En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las vicisitudes más adversas de la historia nos conduces con ternura.
Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión. En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio.
Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la intervención de Jesús e introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando la fiesta se había convertido en tristeza le dijiste: «No tienen vino» (Jn 2,3). Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos terminado el vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la fraternidad. Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces de todo tipo de violencia y destrucción. Necesitamos urgentemente tu ayuda materna.
Acoge, oh Madre, nuestra súplica.
Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra.
Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación.
Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo.
Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar.
Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear.
Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar.
Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad.
Reina de la paz, obtén para el mundo la paz.
Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz. Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.
Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27). Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti. El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria.
Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania. Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará. A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo.
Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios. Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz. Amén.
Un hecho que no ha pasado inadvertido es que el Papa Emérito Benedicto XVI también se unirá a dicho acto de consagración desde su oratorio privado. De este modo, Benedicto XVI, ejerciendo de forma extraordinaria la dimensión espiritual del ministerio petrino, se dirijirá con devoción a la Santísima Virgen María en el acto de consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón.
Por otro lado, cabe recordar que el Papa Francisco ya realizó una consagración del mundo a la protección de la Virgen de Fátima, ante unas 100 mil personas presentes en la Plaza de San Pedro el 13 de octubre del año 2013.
En esa ocasión, la oración de consagración que rezó el Santo Padre ante la imagen original de la Virgen de Fátima que fue llevada a Roma desde su santuario en Portugal fue esta:
Bienaventurada María Virgen de Fátima,
con renovada gratitud por tu presencia maternal
unimos nuestra voz a la de todas las generaciones
que te llaman bienaventurada.
Celebramos en ti las grandes obras de Dios,
que nunca se cansa de inclinarse
con misericordia hacia la humanidad,
afligida por el mal y herida por el pecado,
para curarla y salvarla.
Acoge con benevolencia de Madre
el acto de consagración que hoy hacemos con confianza,
ante esta imagen tuya tan querida por nosotros.
Estamos seguros de que cada uno de nosotros
es precioso a tus ojos y que nada de lo que
habita en nuestros corazones es ajeno a ti.
Nos dejamos alcanzar por tu dulcísima mirada
y recibimos la consoladora caricia de tu sonrisa.
Custodia nuestra vida entre tus brazos:
bendice y refuerza todo deseo de bien;
reaviva y alimenta la fe;
sostiene e ilumina la esperanza;
suscita y anima la caridad;
guíanos a todos nosotros por el camino de la santidad.
Enséñanos tu mismo amor de predilección
por los pequeños y los pobres,
por los excluidos y los que sufren,
por los pecadores y los extraviados de corazón:
congrega a todos bajo tu protección
y entrégalos a todos a tu dilecto Hijo,
el Señor nuestro Jesús. Amén.
SOY TODO TUYO MARÍA
El Papa Pio X, en su encíclica sobre la devoción a la Santísima Virgen de 2 de febrero de 1904 Ad Diem Illud Laetissimum en recuerdo de la declaración del dogma de la Inmaculada Concepción, ya nos ofreció una receta maravillosa para estos tiempos de gran tribulación:
“No hay camino más seguro y más fácil como María para unir a todos los hombres con Cristo”.
Por otro lado, Juan Pablo II declaro en varias ocasiones que la lectura del “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen María” escrito por San Luis María Grignion de Montfort, fue decisiva en su vida. Una verificación de este hecho es que tomó como lema papal una expresión que aparece en el texto sobre la “Consagración total a Maria: Método de los 33 días según San Luis María Grignion de Montfort”.
“Totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt, Accipio te in mea omnia. Praebe mihi cor tuum María!”
(“Soy todo tuyo y todo lo mío es tuyo. Te recibo como mi todo. ¡Dame tu corazón, oh María! Todo tuyo”).
Y es que en estas circunstancias tan dramáticas para la paz mundial y para la supervivencia de la fe en Nuestro Señor Jesucristo, tanto en los tiempos presentes como en el mundo que se avecina, resulta más necesario que nunca realizar por primera vez o renovar la consagración mariana tanto personal, como de nuestras familias, parroquias, movimientos apostólicos y congregaciones religiosas.
Este sencillo y humilde gesto supone la total consagración a Jesús a través de la Santísima Virgen María y consiste en un acto libre y voluntario donde ofrecemos toda nuestra persona y nuestra vida, y nos entregamos por entero, en cuerpo y alma, a la Madre de Dios que es también Madre nuestra, para que a través de ella el Espíritu Santo nos transforme conforme a la imagen de Jesús.
Cuando María nos ve a cada uno de nosotros, sus hijos, nos mira con amor, anhelando el momento, en el que libremente le digamos: “Madre, soy todo tuyo te pertenezco, fórmame como lo hiciste con Jesús, protégeme del Maligno, llévame al Paraíso”.
Les invito pues a leer el libro “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen” que me recomendaron la Hna. Teresa María y la Hna. Isabel en una reciente visita al Hogar de la Madre en Cantabria (España), conversando precisamente sobre la esperanza en el triunfo final del Inmaculado Corazón de María.
Y les pido que nos unamos a la fórmula de consagración mariana del Papa Juan Pablo II que comparto a continuación, para que humildemente oremos por la paz en nuestro mundo y por el aumento de la fe, la esperanza y el amor en nuestros corazones:
SOY TODO TUYO MARÍA
Virgen María, Madre mía,
me consagro a ti y confío en tus manos
toda mi existencia.
Acepta mi pasado con todo lo que fue.
Acepta mi presente con todo lo que es.
Acepta mi futuro con todo lo que será.
Con esta total consagración
te confío cuanto tengo y cuanto soy,
todo lo que he recibido de Dios.
Te confío mi inteligencia,
mi voluntad, mi corazón.
Deposito en tus manos mi libertad;
Mis ansias y mis temores;
Mis esperanzas y mis deseos;
Mis tristezas y mis alegrías.
Custodia mi vida y todos mis actos
para que le sea más fiel al Señor
y con tu ayuda alcance la salvación.
Te confío ¡Oh María! mi cuerpo y mis sentidos
para que se conserven puros
y me ayuden en el ejercicio de las virtudes.
Te confío mi alma
para que Tú la preserves del mal.
Hazme partícipe de una santidad
igual a la tuya.
Hazme conforme a Cristo,
ideal de mi vida.
Te confío mi entusiasmo
y el ardor de mi juventud,
para que Tú me ayudes a no envejecer en la fe.
Te confío mi capacidad y deseo de amar.
Enséñame y ayúdame a amar
como Tú has amado y como Jesús quiere que se ame.
Te confío mis incertidumbres y angustias,
para que en tu corazón yo encuentre
seguridad, sostén y luz,
en cada instante de mi vida.
Con esta consagración
me comprometo a imitar tu vida.
Acepto las renuncias y sacrificios
que esta elección comporta,
y te prometo, con la gracia de Dios
y con tu ayuda,
ser fiel al compromiso asumido.
¡Oh María!, soberana de mi vida
y de mi conducta,
dispón de mí y de todo lo que me pertenece,
para que camine siempre junto al Señor
Bajo tu mirada de Madre.
¡Oh María!
soy todo tuyo
y todo lo que poseo te pertenece
ahora y siempre. Amén.
(*) Artículo original publicado en Religión en Libertad el 21.03.22
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