Albert Cortina*
En estos últimos tiempos donde tantos valores, ideas, creencias e instituciones se derrumban ante nuestros ojos, emerge de forma todavía poco precisa un nuevo orden global que pretende instaurarse de forma hegemónica como resultado de la actual batalla física y moral – así como de la imperceptible batalla metafísica – librada entre aquellos que podríamos denominar los Orgánicos y aquellos otros que denominaremos los Sintéticos.
Los Orgánicos no están dispuestos a aceptar una especie humana mejorada biotecnológicamente a partir de la transformación radical de nuestras condiciones naturales. Tampoco aceptan una biosfera modificada tecnológicamente a partir de la transformación radical de la naturaleza y de la vida en nuestro planeta. Por ello, no quieren comer alimentos genéticamente modificados, respirar el aire que puedan dejar las estelas químicas de geo-ingenieria, o tener nanorobots liberados en sus cuerpos y chips en sus cerebros. La visión compartida por este numeroso colectivo de personas que dicen seguir el nuevo paradigma del ser humano consciente, es que el individuo en esencia debe evolucionar según las leyes de la naturaleza y perfeccionarse a través de la cultura. Para algunos miembros de este colectivo, con una vivencia más espiritual, la inteligencia humana y su alma inmortal, así como la inteligencia vital del planeta y la noosfera del universo se iluminan gracias a la Conciencia. De este modo, algunos Orgánicos participan de una visión trascendente de la existencia y creen que la ley universal del Amor es la que ciertamente restablece el orden en el Cosmos, la armonía del Universo, y en definitiva, la belleza de la Creación.
Muchas veces, los Orgánicos se refieren a sí mismos como bioconservacionistas, ecologistas, veganos, tecnopesimistas, humanish o neoluditas. Como posición extrema de esa visión del mundo, el neoludismo considera que la tecnología tiene un impacto negativo sobre las personas, sus comunidades y el medio ambiente y de este modo estipula el uso del principio de precaución para todas las nuevas tecnologías, exigiendo que sean probadas y seguras antes de ser adoptadas por la sociedad, debido a los efectos desconocidos que podría traer su implementación.
Por su parte, los Sintéticos, consideran un deber moral mejorar artificialmente las capacidades físicas y cognitivas de la especie humana así como las características de su hábitat y de su entorno natural. No dudan en absoluto respecto a los extraordinarios beneficios de la aplicación para ellos mismos y sobre el resto de la población de las nuevas tecnologías emergentes NBIC (nanotecnología, biotecnología, infotecnología y cognotecnología) a fin de que se puedan eliminar los aspectos no deseados y no necesarios de la condición humana biológica. Los Sintéticos auguran que en un futuro no muy lejano se encarnará la denominada Singularidad que entronizará una supuesta superinteligencia artificial conectada en forma de mente colmena a todos los seres humanos, transhumanos o posthumanos, entendidos estos últimos como una nueva forma de vida sintética, inteligente y sintiente que colonizará el planeta Tierra, y más allá, los confines del universo.
En ocasiones, los Sintéticos se autodefinen como transhumanistas, posthumanistas, singularitanos, tecnoptimistas, biónicos o ciborgs. Tienen su frente de batalla en las mega-corporaciones así como en distintas agencias gubernamentales, instituciones mundialistas y servicios de inteligencia y seguridad. Su impulso imparable se canaliza hacia la construcción de una sociedad posthumana global. La adopción de ese paradigma tecnocrático se evidencia en la actualidad mediante acontecimientos diarios por todo el mundo.
Ante esa batalla final, los Orgánicos están serenos y confiados. Afirman que los seres humanos conscientes e iluminados no tienen absolutamente nada que temer. Están convencidos que los Sintéticos no pueden descifrar el código de la vida, a pesar de lo que digan sus más altos representantes tecnocientíficos. Para los Orgánicos, esos nuevos alquimistas postmodernos son simples imitadores de bajo nivel de la naturaleza, o si se prefiere denominar de otra manera, de la Creación. Afirman que su criatura de imitación siempre resultará ser una versión muy pobre de la realidad, una matriz mal codificada de subterfugio y realidad virtual artificial. En última instancia, esta vida artificial resultará ser una creación sin substancia ni sentido.
Sin embargo para los Sintéticos, hay una manera de pensar en el futuro basada en la premisa que la especie humana en su forma actual no representa el final de nuestro desarrollo, sino más bien una etapa relativamente preliminar. Por ello afirman que no debemos aceptar las tradicionales limitaciones humanas como la muerte, las enfermedades y otras discapacidades o deficiencias de la biología. Los medios por los cuales los Sintéticos esperan alcanzar la posición de transhumanos o de posthumanos incluyen: la nanotecnología molecular, la ingeniería genética, la inteligencia artificial, la biología sintética, las sustancias anímicas, las terapias anti envejecimiento, los dispositivos neurológicos, las herramientas avanzadas para la gestión de la información, las sustancias potenciadoras de la memoria, las vestimentas computarizadas, las invenciones de bajo coste y distintas técnicas cognitivas…
Ante la batalla final cabe hacerse algunas preguntas: ¿Resulta inevitable la confrontación de estos dos paradigmas? ¿Son verdaderamente irreductibles las posiciones extremas de los Orgánicos y de los Sintéticos? ¿Puede ser viable e incluso adecuada una integración de dichos paradigmas a partir de la selección de los aspectos que resulten más beneficiosos para el ser humano y la vida de nuestro planeta?
Realmente hay motivos para la reflexión y el debate ético y social. No obstante, la pregunta es personal y directa. ¿Tu cómo te posicionas? ¿Compartes la visión y el estilo de vida de los Orgánicos? ¿Asumes la ideología y la metamorfosis del ser humano y del planeta que pretenden los Sintéticos? o bien, ¿vislumbras una tercera via?
Los clásicos sabiamente enunciaban que “In medio stat virtus. Est modus in rebus”.
ALBERT CORTINA. Abogado y urbanista. Coautor de “¿Humanos o posthumanos?”
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